Es que yo soy así: una excusa para no cambiar.
«Es que yo soy así, no esperes de mí otra cosa». Detrás de esta expresión se esconde una personalidad rígida e inflexible que lejos de permitirse cambiar para mejorar la convivencia o incluso su bienestar, se obstina en reforzar las mismas conductas.
Es que yo soy así: una excusa para no cambiar.
“Es que yo soy así, ¿qué se le va a hacer? Es mi carácter y no puedo hacer otra cosa”. Muchas veces nos encontramos con personas que parecen deleitarse al decirnos esto. Se muestran orgullosas y hacen de este recurso su escudo para esquivar responsabilidades, para mejorar su comportamiento y generar cambios que serían mejores para todos.
“No me pidas que intente ver las cosas de otro modo porque yo siempre he sido muy desconfiado. No esperes que actúe ahora ante esto de otra manera porque soy como soy, y si quieres lo coges y si no, lo dejas”. Cuando escuchamos estos razonamientos siempre nos ponemos en alerta. Al fin y al cabo, estas respuestas esconden mecanismos defensivos ante los cuales es muy complicado lidiar.
Relaciones de pareja, relaciones familiares… Quien se obstina en reafirmar su personalidad mediante este tipo de lenguaje está alzando un muro psicológico para no cambiar. Esas excusas revelan una clara rigidez cognitiva y conductual con las que reforzar unas situaciones adversas o desgastantes.
Ser nosotros mismos no significa que seamos inmutables y que dejemos este mundo del mismo modo en que llegamos a él. Tenemos derecho a cambiar y a veces es el cambio el que nos acerca al bienestar psicológico.
Es que yo soy así: ¿qué hay detrás de esta expresión tan común?
En la sociedad, en la cultura y en multitud de literatura de autoayuda, se ensalza la clásica frase de “sé tú mismo”. Sin embargo, lo de ser uno mismo tiene inscrito un matiz peculiar y un problema latente. No es bueno ser uno mismo cuando actuamos como nuestros peores enemigos. No cuando estamos atrapados en enfoques y esquemas dañinos para el propio ser.
No le podemos pedir a la persona que padece depresión que sea ella misma. Lo que esperamos es que ponga en marcha determinados cambios con los que ser alguien mucho mejor para su bienestar mental. Por tanto, expresiones como el referido “sé tú mismo” y en especial el “es que yo soy así” pueden ser letales para el desarrollo personal, emocional e incluso laboral.
Eludir responsabilidades, todo un clásico.
Llegar siempre tarde a las citas. Contestar de malas formas a la pareja. Cambiar de opinión en el último momento y dejar abandonado a un grupo de trabajo. Perder unos documentos importantes… Estos y otros ejemplos de conductas son los que definen a quien se escuda con el clásico “es que yo soy así”.
Eludir y escapar de toda responsabilidad sobre hechos negativos cometidos es una característica habitual de quien usa habitualmente esta expresión.
Es que yo soy así, no tienes más opción que aceptarme (el chantaje encubierto).
En las relaciones de pareja dominadas por un narcisista o una personalidad egoísta y rígida, es común que aparezca a menudo esta frase: “es que yo soy así, no voy a cambiar, o me aceptas lo dejamos”.
Son muchos los perfiles que acaban integrando un comportamiento problemático y, lejos de afrontarlo, cambiarlo y transformarlo, se justifican en él. Es más, esperan que la pareja valide esa conducta dañina mediante la clásica estrategia de todo o nada. O me aceptas o me dejas.
Resistencia al cambio: no puedo mejorar, no esperes nada de mí.
Estudios como los realizados en la Universidad de Estocolmo (Suiza) recuerdan algo muy importante. La resistencia al cambio es muy recurrente en muchas personas que acuden a terapia. Esta incapacidad para adoptar nuevos enfoques, tiene componentes afectivos, cognitivos y conductuales capaces de crear una obstinada resistencia psicológica.
Son muchas las personas con depresión mayor que insisten en lo de “es que yo soy así ¿sabes? Siempre me he tomado las cosas de este modo y no creo que pueda cambiar”. Estos pacientes suelen usar esa etiqueta limitadora como estrategia para no encarar lo que les da miedo: cambiar, hacer y ver el mundo de otra manera.
Todo cambio nos produce miedo, pero a veces es el único modo de acercarnos a nuestro auténtico ser, dándonos una oportunidad para ser más felices.
El conformismo crónico, la pasividad ante la vida.
Aunque nos digan con mucho énfasis, aplomo y orgullo lo de “es que yo soy así”, en realidad, tras esa actitud lo que hay en numerosas ocasiones es conformismo crónico. Estos hombres y mujeres se han habituado a que su día a día sea de un modo determinado. Puede que tengan una relación de pareja infeliz, un trabajo estresante, una familia demandante y dañina…
Quien se habitúa sin reaccionar ante las cosas negativas que le envuelven desarrolla ese conformismo que termina integrándose en la propia personalidad. No reaccionan, no actúan y acaban diciéndose a sí mismos que es lo que les ha tocado vivir y que por eso son como son.
¿Qué puede hacer la persona con una clara resistencia al cambio?
Quien se obstina un día sí y otro también en reafirmar que es como es y que no va a cambiar, tarde o temprano es consciente de lo que esto supone.
Tras esa regia armadura lo que hay es miedo: el miedo asumir su propia realidad. Tristeza, frustración, decepción, inseguridad, baja autoestima… No es fácil enfrentarse a esas dimensiones internas.
Sin embargo, estas personalidades deben saber que la salud mental depende de la capacidad para responder de manera flexible ante las cosas. Reafirmarse en que uno no puede cambiar porque es como es, no tiene sentido ni lógica.
En realidad, quien esté ahora mismo en esta situación, solo tiene que tener en cuenta un aspecto. Cambiar para mejorar no te alejará de ti mismo, lo que hará es conectarte con quién eres realmente. Y es ahí donde hallarás la felicidad.
Fuente: La Mente es Maravillosa.