Vivir estos tiempos inusuales y difíciles invita a una seria reflexión sobre cuestiones importantes y existenciales. Todos nos estamos haciendo las mismas preguntas fundamentales: ¿cómo superaremos esto y cómo será el mundo después de la COVID-19?
No puedo evitar pensar en la pandemia de la COVID-19 como un simulacro de incendio para los futuros desafíos globales. ¿Estaremos mejor preparados para responder a la emergencia climática y otros desafíos urgentes en materia de sostenibilidad como resultado de esta experiencia? Hasta ahora hemos aprendido, nos guste o no, que estamos completamente interconectados y somos totalmente interdependientes y que, sin solidaridad, especialmente con los más vulnerables, todos perderemos. Nadie ha quedado al margen de la pandemia durante las últimas semanas, lo que ilustra de manera muy concreta e inmediata cómo los desafíos mundiales como el cambio climático o la desigualdad entre los géneros nos afectarán a todos, aunque parezcan menos concretos o apremiantes en este momento.
El filósofo danés Søren Kierkegaard dijo una vez: «La vida sólo puede entenderse mirando hacia atrás, pero debe vivirse hacia adelante». Es más fácil entender lo que realmente sucedió cuando ha pasado suficiente tiempo para procesar la realidad de cómo esta pandemia ha dado forma a nuestro mundo. Pero no tenemos ese tiempo ahora. Tenemos que encontrar rápidamente un entendimiento común sobre la situación actual y acordar las medidas colectivas que debemos tomar hoy.
A continuación, comparto mis observaciones y les invito a ustedes a compartir las suyas también. Necesitamos que todos nos unamos para pensar creativamente en cómo abordar los problemas urgentes, mientras que también planeamos una recuperación que nos lleve hacia un mundo más inclusivo y justo después de la COVID-19.
Primero – adoptemos una perspectiva optimista. La pandemia de la COVID-19 nos ha enseñado una importante lección sobre nosotros mismos como comunidad humana: estamos interconectados y somos interdependientes los unos de los otros en formas en las que nunca nos habíamos planteado. La salud y el bienestar de uno mismo depende de la salud y el bienestar de todos, y el mismo principio se aplica más allá de las fronteras y regiones. De hecho, nuestra salud colectiva define la salud de las empresas y las economías dentro y a través de las naciones. Esta nueva conciencia ha dado lugar a un sentido de solidaridad e interdependencia que particularmente me ha conmovido. Claramente, se ha puesto de manifiesto que nos preocupamos los unos por los otros.
Ejemplo de ello es que, mientras que muchos de nosotros trabajamos desde casa, muchos otros siguen saliendo al mundo para desempeñar trabajos esenciales que van desde cuidar de los enfermos hasta la distribución de alimentos, pasando por muchos otros servicios imprescindibles. Estos trabajadores se aseguran de que nuestras sociedades sigan funcionando durante el confinamiento, poniéndose a sí mismos y a sus familias en un riesgo significativo.
En este sentido, resulta alentador ver que muchas personas y organizaciones se han unido en estos tiempos difíciles para apoyarse mutuamente. Los vecinos se cuidan unos a otros, mientras que muchas empresas se preocupan por sus empleados, proveedores y vendedores. Algunas de ellas incluso han reorientado su producción para suministrar el tan necesario equipo médico y de protección.
Por su parte, los gobiernos también están adoptando importantes medidas para dar prioridad al bienestar de sus ciudadanos, lanzando importantes paquetes de ayuda económica y elevando los esfuerzos de atención sanitaria para proteger a las personas, especialmente a las comunidades vulnerables. Las empresas se están coordinando con funcionarios locales y nacionales para apoyar las iniciativas de los gobiernos, e incluso están encontrando formas de apoyar a la sociedad en los casos en los que los gobiernos no cumplen sus responsabilidades básicas para con sus ciudadanos. El sector privado ha aportado fondos sin precedentes para atender a las necesidades humanitarias derivadas de la pandemia. Sólo podremos hacer retroceder una crisis mundial como la de COVID-19 si nos unimos y fomentamos un enfoque de multi-stakeholder.
Pero permítanme también reflexionar un momento sobre los elementos más preocupantes de la lucha contra la COVID-19. Por un lado, si bien la pandemia nos ha reunido para apoyar a los necesitados en nuestros propios barrios y comunidades, también nos ha demostrado cómo los grupos más vulnerables son olvidados con demasiada frecuencia y dejados atrás para que se valgan por sí mismos. Otro de los aspectos más preocupantes es el aumento del desempleo. En este sentido, la OIT ha estimado que podrían perderse hasta 25 millones de puestos de trabajo en todo el mundo como resultado de la crisis y desde su primer informe del 18 de marzo, las medidas de bloqueo adoptadas para contener la propagación de la enfermedad han afectado ya a unos 2.700 millones de trabajadores, provocando que millones de ellos se queden sin trabajo.
Esta crisis de desempleo golpeará más duramente a las mujeres, que a menudo tienen trabajos vulnerables y precarios. Las mujeres, de hecho, han sido las primeras afectadas por la crisis económica de la COVID-19. Cuando las naciones de todo el mundo aplicaron medidas de permanencia en el hogar, los retos a los que se enfrentaban las mujeres marginadas se desplazaron aún más. En concreto, las mujeres siguen soportando una carga doméstica adicional, a menudo como cuidadoras informales en la primera línea de la infección, y el encierro también aumenta considerablemente el riesgo de este colectivo a sufrir violencia doméstica ante las dificultades económicas, la pérdida de los sistemas de apoyo y el confinamiento en el hogar. Si la igualdad de género no era más que una visión lejana antes de la pandemia, ya no se puede seguir ignorando la difícil situación en las que se encuentran las mujeres vulnerables de todo el mundo. Tenemos una misión muy importante por delante para asegurar que las mujeres y las niñas reciban apoyo durante y después de esta crisis.
La pandemia de la COVID-19 está arrasando el mundo en el mismo año en que las Naciones Unidas conmemoran su 75º aniversario. La coincidencia con el nacimiento de este organismo, nos recuerda que nosotros, como comunidad humana, somos capaces de levantarnos de nuestra hora más profunda y oscura para reconstruir un mundo nuevo y mejor sobre un conjunto de valores y principios compartidos. Las Naciones Unidas se fundaron tras dos devastadoras guerras mundiales con el convencimiento de que, para salvar a las generaciones futuras de las atrocidades de la guerra, las naciones debían unirse en la cooperación multilateral para proteger la dignidad y el valor de cada ser humano. Esa visión es tan relevante e importante en la estela de esta pandemia como lo fue entonces.
El Pacto Mundial de las Naciones Unidas lanzó recientemente un llamamiento especial «#UnitingBusiness to respond to COVID-19», en el que se pide a todas las empresas que adopten medidas colectivas para frenar la pandemia y se mantengan unidas para facilitar una rápida recuperación mediante la aplicación de nuestros Diez Principios en las esferas de los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la lucha contra la corrupción. También estamos invitando a nuestros directores generales a que compartan con la comunidad empresarial mundial sus consejos y conocimientos sobre cómo hacer frente a la pandemia grabando su propio mensaje de vídeo en nuestro sitio web.
El mundo después de COVID-19 se definirá por las acciones que tomemos hoy. Trabajemos juntos en solidaridad para asegurarnos de que nadie se quede atrás en línea con lo dictado en la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Fuente: https://www.pactomundial.org/2020/04/como-sera-el-mundo-despues-de-la-covid-19/