Ser humilde no es pensar que somos menos, sino no creernos mejor que los demás. Si quieres cultivar la humildad en tu vida, sigue leyendo.
Nuestra educación está condicionada por el medio social, cultural y lingüístico en el que nos desenvolvemos e influye notablemente en nuestro carácter, en cómo tratamos a los demás y en la toma de decisiones. Por otro lado, no hay garantía de qué virtudes, como la humildad, estarán presentes en nuestra educación.
Una de las consecuencias más notables de la humildad es la sensación de paz en la que nos sumergimos cuando decidimos que sea esta la que gobierne nuestra forma de posicionarnos frente al mundo.
De hecho, ha sido un concepto estudiado en la filosofía y tratado por la religión con connotaciones muy distintas. Sin embargo, la mayoría coinciden en que la humildad, como virtud, tiene la bondad de hacer al sujeto responsable de las consecuencias de sus propias acciones,
Las personas humildes reconocen sus errores.
Según la primera acepción de la DRAE, la humildad es la ‘virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento’, en la que no cabe la soberbia y reconoce a los demás como sus iguales, así como a quienes tienen sus propias limitaciones y debilidades.
Por ejemplo, Kant afirmó que la humildad es virtud central, por la cual podemos tener una perspectiva apropiada de la ética. Por otro lado, el budismo pone de bastión a la humildad, junto con la autoconciencia, para que el ser humano se libere del sufrimiento; Buda comenzó su historia al abandonar sus comodidades para conocer a su auténtico yo. Un paradigma de la humildad y de la consciencia de lo que somos es la obra maestra Siddhartha, de Herman Hesse.
El humilde reconoce sus errores y es el mejor conversador de todos, pues se olvida de sí mismo, por decirlo de algún modo, porque es un excelente oyente; es sencillo y escucha con calma para, posteriormente, exponer sus argumentos sin imponer su punto de vista. Es receptivo, comprensivo y, por su actitud, sabe cómo hacerse respetar. Sabe tramitar el sufrimiento, nunca niega el dolor ni se permite así mismo ser mártir de las contingencias de la vida.
“Las personas de verdadero mérito no son ni soberbias ni fatuas, sino humildes, porque su idea sobre el verdadero valor es tan elevada que no pueden satisfacerla ni igualarse a ella, y son conscientes en todo momento de la distancia que les separa de ese ideal”.
-Immanuel Kant-
Cómo ser más humildes
La persona humilde está capacitada para avanzar en el camino que le conduce a las respuestas que le intrigan, sin perder de vista las características de su ecosistema material y su realidad psíquica; es decir, es consciente de las limitaciones de su entendimiento para conocer la compleja e infinita amplitud del mundo.
Así, si deseas cultivar un poco más la humildad en tu día a día, pon en práctica lo siguiente:
1. Evita juzgar a los demás
La dignidad, valor imprescindible de la humildad, no se mide por los títulos académicos ni los logros profesionales. Si quieres ser más humilde, trata a los demás sin prejuicios y sin el filtro de los estereotipos, para que puedas ver con claridad que la dignidad también puede poseerla el otro.
2. Crea lazos auténticos
Las verdaderas riquezas se miden por la calidad de los sentimientos, no por el valor de lo material.
Una persona humilde se preocupa por generar lazos auténticos, tejidos con los hilos de la empatía, la generosidad y la honestidad. Al fin de cuentas, los verdaderos vínculos se miden en los momentos oscuros, de fracaso y sufrimiento, y no en los triunfos, placeres o en la abundancia complaciente.
Esta pauta tiene estrecha relación con la anterior. Tú eres tú, pero no más que nadie; tampoco el otro es más que tú.
Unos y otros poseemos diferencias que nos hacen únicos, lo que significa que comparar es inevitable. No obstante, la reciprocidad nos permite compartir la misma línea de respeto y admiración hacia los demás y viceversa, sin importar los bienes materiales o posición de poder o económica.
4. Ten en cuenta otras percepciones
A veces, es más importante comprender que tener la razón. La verdad absoluta no existe, únicamente puntos de vista, causas y acciones comprobables para la experiencia.
Tener en cuenta el punto de vista de la otra persona ayuda a conocer otras perspectivas y tomar distancia del ego.
5. Cultiva la generosidad
Compartir con el otro lo que tenemos y el otro necesita es dar más importancia y valor a esa persona que a lo material. Ser generoso es dar desde el corazón a los demás.
Estos consejos para ser más humilde permiten que los interrogantes que te presentan el mundo y los demás estén basados en el respeto y el interés sincero. Por ello, sé consciente de ti mismo y no temas decir lo que sientes y piensas, con asertividad, cuando el momento así lo exija.
Fuente: La mente es maravillosa