Año nuevo, vida nueva.

Siempre he sugerido durante estas festividades de fin y principio de año que, antes de quemar el dinero en pólvora y globos se pensara en invertir ese dinero en ayudar a alguien.

Infortunadamente la historia se repite una y otra vez; en Colombia cientos de personas recordarán por el resto de sus vidas las navidades ya que sufrieron quemaduras con pólvora y millones de pesos y muchos empleos perdidos debido a los incendios producidos por los globos.

Esto comprueba una vez más lo que digo en mi libro “Estamos bien capacitados pero mal educados”. Es un hecho que la experiencia es como el estiércol, nadie lo coge. Pero bueno, nada de nervios, mientras haya quien compre, habrá quien venda.

Termina el año gregoriano 2022 y se inicia el 2023 cuyos dígitos suman 7 o sea que es un año número 7, el cual se puede definir como el número de la perfección, de la reflexión, del conocimiento. 

Independientemente de su significado esotérico, un nuevo año genera muchas expectativas y las consabidas promesas que siempre nos hacemos y que pocas veces cumplimos ya que como cortoplacistas que somos, acostumbrados a las comidas rápidas, queremos resultados igualmente rápidos a cualquier proyecto que iniciemos, por lo tanto, pasados pocos días, preferimos continuar en nuestra zona de confort que correr el riesgo y pagar el precio de hacer realidad nuestros sueños.

Algo si debe quedar muy claro, en el 2023 cosecharemos lo que hayamos sembrado en el 2022 y en años anteriores. La pregunta es ¿Qué hemos sembrado? Muchos continuarán sembrado odios, rencores, resentimientos, deseos de venganza, envidias, promesas, angustias, enemistades, infidelidades, celos, chismes, indiferencias o están pensando en cómo causar el mayor daño posible. Otros tantos perdonaron de corazón, se alegraron de sus propios triunfos y el de los demás y están pensando en cómo ayudar a sus semejantes a hacer realidad sus sueños para poder hacer realidad los propios, porque para recibir (cosechar), primero hay que dar (sembrar).

Unos y otros justifican plenamente su pensar y accionar, sin embargo los resultados hablaran por si solos. La cosecha es directamente proporcional a la siembra que hayamos realizado y a la variedad de cultivos (proyectos de vida), los cuales pueden tardar días, meses o años como es el caso del cultivo del bambú japones (7 años).

Algo que debemos tener muy en cuenta es la frase atribuida al científico Albert Einstein cuando manifestaba que «Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados». Ahora bien, ¿Cuál es nuestro sueño? O mejor aún ¿Cuál es nuestra pesadilla?, ¿Qué es aquello que no nos deja dormir en paz? Recordemos que lo importante de los sueños es despertar y tomar la decisión de ponernos en acción para hacerlos realidad. 

¿Recordemos también la parábola del sembrador? (Mt.13: 1 -8). «Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno».

Si lo que sembramos se lo comieron las aves o sea aquellas personas que solo te critican y te juzgan o te diste cuenta que lo que sembraste cayo en pedregales y «fracasaste» o que cayó entre espinos y te diste cuenta que tu actividad no te hace feliz, entonces es el momento de iniciar una nueva siembra, ya que, hay que insistir, persistir, resistir y NUNCA desistir hasta hacer realidad nuestros sueños.

Infortunadamente también nos encontramos con personas que quieren cosechar sin haber sembrado, sin haber invertido, sin haber pagado el precio justo por aquello que desean. Dios permita entonces que lo que hayamos sembrado haya caído en tierra fértil y que en el nuevo año recojamos una abundante cosecha.

Finalmente, los invito a que en el nuevo año practiquemos la regla de oro de hacer lo que quisiéramos que nos hicieran, a respetarnos y respetar a todo y a todos, a ser coherentes y consecuentes con nuestro discurso, a cumplir las promesas y la palabra dada, ya que, como decía nuestro gran amigo el fabulista de la antigua Grecia, Esopo, «las palabras que no van seguidas de los hechos, no valen nada»

Un abrazo y ¡Feliz año para todos!

Onofre Restrepo.

Canción año nuevo, vida nueva: https://www.youtube.com/watch?v=D1BPox9Ibbk

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