Ser tú mismo aunque no gustes.

El psicólogo Walter Riso explica en su libro ‘El coraje de ser quien eres (aunque no gustes)’ cómo abandonar determinadas creencias inculcadas socialmente que limitan las posibilidades de tener una vida plena y saludable.

Hablar de superación o de mejora personal no tiene sentido si permanecemos atados psicológicamente a ciertos patrones o condicionamientos aprendidos que nos impiden tener la lucidez necesaria para hacer nuestra propia revolución psicológica. Por eso para perder el miedo a ser uno mismo el psicólogo Walter Riso, autor de ‘El coraje de ser quien eres (aunque no gustes)’ (Zenith) propone liberarse de las cuatro áreas de adoctrinamiento sociocultural (a las que denomina ataduras) que, según su experiencia como psicólogo clínico, son «máquinas de crear personas inseguras, fáciles de manipular, dependientes y confundidas». La primera atadura tiene que ver con todo aquello que dificulta el autoconocimiento; la segunda es la que nos lleva a rendir pleitesía a ciertos modelos de autoridad; la tercera nos inculca la idea de que formamos parte de una masa o rebaño y la cuarta promueve una actitud miedosa ante cualquier tipo de cambio.

1. Recupera el «yo»: piensa en ti

Tal como aclara el autor, la primera atadura que dificulta la autobservación y el autoconocimiento tiene que ver con la incapacidad de mirarnos a nosotros mismos. Así, tal como explica, nos han educado en la idea de mirar siempre hacia afuera y preocuparnos por el prójimo olvidando nuestro carácter individual y nuestra esencia como sujetos singulares. «Detrás de esto se esconde la idea de que los demás son más importantes que nosotros. Pero no es cierto, somos tan importantes como ellos. Cuando empiezas a preocuparte por ti, te ocupas de ti, desarrollas autocuidado y descubres sensaciones, creencias, valores y tu propia relación contigo mismo. Ese giro es copernicano porque rompe con todo lo que nos han enseñado antes», revela.

Otro aspecto importante para recuperar el «yo» es apropiarse de nuestro ser y tener un punto de control, de modo que estemos convencidos de que estamos deciciendo sobre nuestra vida. «Ese ‘soy el que escribe mi destino’ se llama autodeterminación autogobierno», aclara.

Pero además el experto destaca que mirarse a uno mismo también implica entender nuestra propia historia: «Necesitamos saber de dónde venimos, cuál es nuestro pasado y cómo nos hemos ido transformando. Nuestra autobiografía es importante, porque somos un pasado que vive en el presente y del pasado podemos aprender mucho», matiza.

2. Venerar no es lo mismo que admirar

Unos se imponen porque tienen más dinero, otros por su posición social o política, otros por sus conocimientos y otros porque se consideran que son un referente en algo. De hecho, la segunda atadura que impide ser uno mismo tiene que ver, según aclara el psicólogo, con evitar rendir pleitesía o someterse a modelos de autoridad psicológica o emocional. «Eso implica tener una mente irreverente y no someterse a personas que se crean más que nosotros porque tengan más conocimientos o porque sean un referente en algo», aclara. En su opinión, lo que hacen esos modelos de autoridad es quitarnos la libertad para pensar y descubrir cosas por nuestra cuenta.

Una cosa es, por tanto, admirar a alguien y otra muy distinta es venerar. «Admirar es reconocer que esa persona tiene unos atributos que respetas y que te sirven como fuente de inspiración para tomar lo que te sirva y transformarlo a tu parecer, con tu sello personal. Pero venerar es rendir pleitesía, creer que estamos ante un ente superior. Y ahí no entra la construcción ni la interpretación, sino la imitación. Imitamos, copiamos y nos convertimos en copias, sin derecho a discrepar», argumenta.

Para dar ese paso el psicólogo apela al concepto de desobediencia responsable, esa que tiene que ver con la dignidad y que sirve tanto para el crecimiento propio como el de la otra persona, pues no mina los derechos de nadie, sino que reafirma el derecho a decir que «no».

3. Eres único, no eres parte de la masa

Otra de las formas en las que, según el psicólogo, nos han moldeado y amaestrado la mente tiene que ver con que nos hayan inculcado la idea de que formamos parte de una totalidad de personas (rebaño, masa, conglomerado, conjunto, tribu). Esto hace que olvidemos nuestra singularidad y nos perdamos entre el montón. Para liberarnos de esa atadura el psicólogo invita a trabajar en el desarrollo de la libre personalidad de modo que pensemos que somos únicos y que eso no significa que no pueda estar con los otros, sino que debo oponerme a cualquier intento de menospreciar o modificar mi identidad personal. «Soy distinto y muestro mi individualidad. Si me pierdo en la colmena, pensarán por mí. Si no construyo mi ‘yo’, otros lo construirán por mí», reflexiona.

4. Huye de las mentes rígidas y conformistas

La cuarta atadura tiene que ver con la idea de que algunas tradiciones y costumbres pueden ser buenas, pero otras pueden ser terribles y si no se cambian, nos quedamos inmóviles y nos dejamos llevar por esa actitud miedosa frente al cambio, nunca evolucionaremos ni nos transformaremos. En la última parte de su libro, Walter Riso propone asumir una actitud inconformista y oponerse a cualquier forma de resistencia al cambio: «No permitas que te aplasten las mentes rígidas y conformistas: ábrete a lo nuevo y reinvéntate como mejor te parezca», sugiere.

Una vez que una persona se ha liberado de estas cuatro ataduras o adoctrinamientos socioculturales es cuando, según explica Walter Riso, empieza a descubrirse a sí mismo realmente y desarrolla una mente empoderada, irreverente, singularizada e inconformista.

A modo de reflexión, nos quedamos con esta frase que incluye Walter Riso en su libro y que hace referencia al arte de ser una oveja negra: «Una oveja negra es aquella que se sale del molde y no sigue el tropel. De un momento a otro, de manera inesperada, se descarría, se mete a un sendero que no estaba programado por el pastor. El mayoral le grita y levanta el garrote, el perro salta y ladra a su alrededor, pero ella parece decidida. Hay una ruptura con la manada, con sus congéneres y con la norma que ha regulado hastra ese momento la conducción del grupo; se desvía, se dirige a sí misma. Sigue siendo una oveja, pero una singular y distinta a las demás porque rompe la costumbre y se sale de las reglas».

Fuente: abc.es

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