Beneficios de tener amigos.

Robin Dunbar, famoso por sus investigaciones en torno a las relaciones humanas, regresa con un libro que recopila décadas de análisis sobre la amistad. ¿Su mensaje? Un buen amigo trae más beneficios que hacer ejercicio.

Robin Dunbar se hizo famoso en la década de los noventa cuando encontró el número exacto de relaciones significativas que puede tener una persona: son 150. Desde entonces, a esa cifra se le conoce como el número Dunbar. Hoy se usa para tomar decisiones relacionadas con la división de grupos y hasta para descifrar el tamaño de las civilizaciones antiguas.

Dunbar acaba de lanzar el libro Friends: Understanding the Power of our Most Important Relationships (Amigos: comprender el poder de nuestras relaciones más importantes), en el que registra estos datos fruto de su carrera como investigador y profesor emérito de psicología evolutiva de la Universidad de Oxford. También trae a colación muchas décadas de estudio en esta área por parte de antropólogos, genetistas y neurocientíficos con los que ha trabajado.

Hay cifras fascinantes. Por ejemplo, la mayoría tiene un círculo de apenas 15 amigos muy cercanos; con ellos va al cine o a un restaurante. Y en ese círculo hay uno aún más pequeño, de solo cinco personas: son los amigos entrañables, a los que se acude cuando hay un problema, dan consejos y prestan dinero. Es una división casi natural. Después de todo, una sola persona no puede suministrarle a otra todo lo que necesita. Por eso se requiere de estos círculos. El mensaje principal del libro es que la cantidad y calidad de las amistades conlleva un mayor efecto en la salud, la felicidad y el riesgo de morir prematuramente que cualquier otro factor, exceptuando, tal vez, dejar de fumar.

La soledad mata, la amistad preserva, dice el experto. “Es el mejor vaticinador de las probabilidades de sobrevivir en el futuro”. No hay nada más – ni siquiera hacer ejercicio – que logre alcanzar los beneficios positivos en la salud mental y física como tener amigos.

Pospandemia

Aunque no lo hizo a propósito, el más reciente libro de Dunbar llega en un momento en que muchos necesitan oír este mensaje, ya que infinidad de amistades se rompieron por la pandemia. Y con razón. Sin este tipo de relaciones, el sistema de endorfinas se activa con menos frecuencia. Como resultado, las personas dejan de tener ese efecto analgésico y la sensación de calidez que brindan los amigos.

Para Dunbar, las amistades requieren de inversión en tiempo y espacio, factores que faltaron en la pandemia. La distancia, aún en la era de las telecomunicaciones digitales, puede tener un efecto catastrófico en la amistad. Según él, la distancia no se puede acortar con las comunicaciones electrónicas: “Hay algo profundamente atractivo en la comunicación presencial y en el contacto físico”.

El tiempo también es crucial en la amistad. Cuando las personas conocen a alguien, gastan un tiempo decidiendo en qué círculo estarán, si en el de 150, el de 15 o el de 5. Según sus investigaciones, una persona requiere 45 horas de presencia con la otra para ascenderla del círculo de ‘conocida’ a ‘amiga’. Para pasar de amigo casual a miembro del club de 15, se requieren otras 50 horas en un periodo de tres meses. Y para que llegue a los 5 del alma, se necesitan otras 100 horas.

Según Dunbar, lo que hace que nazca una amistad entre dos personas es la cantidad de cosas que tienen en común, ya sea el mismo gusto musical, las mismas opiniones políticas, el mismo sentido del humor o la visión de la vida. También, el mismo material genético. “Tenemos más probabilidad de compartir genes con un amigo que con otra persona de la comunidad”, dice.

La familia, para el experto, se incluye en el grupo de amigos, pero tiene características diferentes, pues siempre, desde el nacimiento, está ahí y es capaz de soportar largos periodos de negligencia sin que se resquebraje el vínculo. A esto lo llama la prima del parentesco. Por el contrario, los amigos requieren trabajo duro para ganarlos y mantenerlos. “Treinta minutos al día en promedio”, afirma Dunbar, razón por la cual los íntimos son tan pocos: “El problema principal es la gran cantidad de tiempo involucrado”. La distancia en realidad puede hacer que el corazón se vuelva más cariñoso con respecto a la familia, que puede ser tan molesta como confiable, pero estirar el tiempo disponible más allá de su límite tiende a destruir las amistades.

Dunbar descubrió que, en el transcurso de un mes, las personas dedican alrededor de 8,5 horas a cada uno de sus cinco amigos más cercanos, e invierten un poco más de 2 horas al mes (básicamente una cena o un almuerzo) a los siguientes diez que completan su círculo de 15 personas. Dedican, en promedio, menos de 20 minutos al mes a las otras 135 personas que se encuentran en su círculo de amigos más grande.

Por géneros

¿Tienen las mujeres más amistades que los hombres? Sí, es la respuesta de Dunbar, y, además de eso, señala que son relaciones más intensas porque las expectativas de ellas son mucho más altas, especialmente con respecto a la reciprocidad, es decir, al apoyo mutuo y al intercambio de comunicación. Eso se refleja en los tribunales de divorcio, en los que hay más solicitudes de parejas de lesbianas que de hombres homosexuales para separarse. Los hombres, dice Dunbar, solo perciben la intimidad con aquellas personas con las que están frecuentemente en contacto. Si están lejos, no tendrán mucho espacio en sus mentes. Los extrovertidos gastan más su energía en conocer más gente, pero tienen más relaciones cercanas débiles. Los introvertidos cuentan con menos amigos, pero con esos pocos mantienen lazos mucho más fuertes.

Los extrovertidos gastan más su energía en conocer más gente, pero tienen más relaciones cercanas débiles. Los introvertidos cuentan con menos amigos, pero con esos pocos mantienen lazos mucho más fuertes. 
Dunbar y sus colegas Neil Duncan y Anna Marriott analizaron las conversaciones de la gente en una tienda de café y otros lugares, y encontraron que dos tercios de lo que hablan está relacionado con temas sociales. Por eso, la amistad depende en gran medida de la capacidad de cada uno para ser comprensivo y considerado con los otros. El problema es que esta habilidad se está perdiendo o la gente no se ha especializado para lidiar en una sociedad compleja como la de hoy.

Muchas de ellas son habilidades de comunicación cotidianas: cambiar la conversación sin interrumpir, agregar algo significativo a lo que la otra persona acaba de decir, contar chistes, recordar el pasado, anticipar cómo el otro podría reaccionar a su comentario para que pueda enmarcarlo de la manera más útil. Dunbar cita estudios en los que se identificaron algunas de las acciones sociales cruciales para las amistades, como defender a los amigos cuando no están presentes, compartir noticias importantes con ellos, confiarles las vulnerabilidades o brindarles apoyo emocional si es necesario.

El experto ve en la pandemia un experimento del mundo real sobre cómo puede evolucionar la amistad. Por eso espera con ansia los resultados en los estudios de los efectos corrosivos del aislamiento: “Antes de la pandemia, creo que todavía había mucha gente pensando que podría hacer muchas cosas por Internet. Ahora todos sabemos que debemos hacerlo personalmente”.

No obstante, se avecinan más cambios en las relaciones sociales que no están relacionados con las redes sociales o las epidemias. Durante aproximadamente un siglo, señala Dunbar, el mundo occidental se ha mantenido como mitad familia y mitad amigos en sus círculos sociales. Pero con las familias que continúan reduciéndose, también lo hará la parte de parentesco que se encuentra en los círculos internos. En ese sentido, vaticina que se necesitarán más amigos.

Fuente: Semana.com

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